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Algañaraz, mi pueblo, tenía una calle principal y una vía. Solía pasar, cada dos por tres, un tren de carga. Un buen día hubo que cambiar la hora del reloj de las 8 a las 7. Pero sólo los que vivíamos de la vía para acá, considerados con desprecio "los de la hora oficial". Y todo fue un caos: los chicos llegaban tarde -o temprano- a la escuela. Los enamorados se desencontraban. Ese martes lo vi a Don Braulio caminando por la vía, iba al bar a tomar su caña, murmurando: al fin puedo beber dos veces.
Autor: Bonita Pietila Etiquetas: Bonita Pietila
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