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No era verano, pero el calor lo agobiaba. El sudor le recordaba que no podía despojarse de la corbata gris. La pesadez de un día húmedo en una habitación sin ventanas hacía más pesada la rutinaria tarea que desarrollaba desde hacía quince años. Ayudaba al incordio el ruido suave, pero reiterativo hasta el hartazgo, del ventilador, que tenía allí más tiempo que él mismo. La vista empezó a nublarse, el sonido torturante cedía, el vaso de agua se volcó golpeado involuntariamente por la mano al caer. Ya no tenía calor. Misión cumplida. No había requerido tanto coraje.
Autor: Dr. John Wolfskehl Etiquetas: Dr. Wolfskehl
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